ADORAR A DIOS TODOPODEROSO
El propósito de la creación de la humanidad es la adoración.
La necesidad humana de la adoración.
Desde la perspectiva de la humanidad la pregunta “¿por qué creó Dios al hombre?” implica “¿con qué propósito fue creado el ser humano?” En la revelación final (el Corán), esta pregunta se responde sin ambigüedad. Los humanos primero son informados por Dios de que todo ser humano nace con una conciencia innata de Dios. En el Corán, Dios dice:
“Y tu Señor creó a partir de Adán su descendencia e hizo que todos ellos atestiguaran [diciéndoles]: ¿Acaso no soy Yo vuestro Señor? Respondieron: Sí, lo atestiguamos. Esto es para que el Día de la Resurrección no digáis: No sabíamos [que Allah era nuestro Señor]”. (Corán 7:172).
El Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, explicó que cuando Dios creó a Adán, hizo un pacto con él en un lugar llamado Namán, el noveno día del doceavo mes. Él extrajo entonces de Adán a todos los descendientes que nacerían hasta el fin del mundo, generación tras generación, y los extendió frente a Sí para pactar también con ellos. Les habló cara a cara, haciéndolos dar testimonio de que Él es su Señor. En consecuencia, cada ser humano es responsable de creer en Dios, algo que está impreso en cada alma. Basado en esta creencia innata es que Dios define el propósito de la creación de la humanidad en el Corán:
“Por cierto que He creado a los genios y a los hombres para que Me adoren”. (Corán 51:56).
Así, el propósito esencial por el que fue creada la humanidad es la adoración de Dios. Sin embargo, el Todopoderoso no tiene necesidad de que la humanidad lo adore. Él no creó a los seres humanos debido a una necesidad Suya. Si ni siquiera un solo ser humano adorara a Dios, esto no disminuiría Su gloria en forma alguna, y si toda la humanidad Lo adorara, esto no aumentaría Su gloria en forma alguna. Dios es perfecto. Él existe sin ningún tipo de necesidades. Todos los seres creados tienen necesidades. En consecuencia, la humanidad es la que necesita adorar a Dios.
El significado de la adoración
Para entender por qué los seres humanos necesitan adorar a Dios, uno primero debe entender lo que significa el término “adoración”. El término español “adorar” viene del latín adorare, alabar u honrar con la boca, y en inglés viene del término que significa “honor”. Según el Diccionario de la Real Academia Española, se define “adorar” como reverenciar con sumo honor o respeto a un ser, considerándolo como cosa divina. Según esta definición, el hombre ha recibido instrucción de mostrar gratitud a Dios glorificándolo. En el Corán, Dios dice:
“…glorifica con alabanzas a tu Señor...”. (Corán 15:98).
Al glorificar a Dios, el hombre elige estar en armonía con el resto de la creación, que glorifica de manera natural a su Creador. Dios se refiere a este fenómeno en muchos capítulos del Corán. Por ejemplo, en el Corán, Dios declara:
“Lo glorifican los siete cielos, la Tierra y todo cuanto hay en ellos. No existe nada que no Lo glorifique con alabanzas, pero no podéis percibir sus glorificaciones”. (Corán 17:44).
Sin embargo, en árabe, el idioma de la revelación final, la adoración es llamada ‘ibádah, que está estrechamente relacionado con el sustantivo ‘abd, que significa “esclavo”. Un esclavo es alguien que se espera haga cualquier cosa que su amo desee. En consecuencia, la adoración, según la revelación final, significa “sumisión obediente a la voluntad de Dios”. Esta fue la esencia del mensaje de todos los Profetas enviados por Dios a la humanidad. Por ejemplo, este entendimiento de la adoración fue expresado enfáticamente por el Profeta Jesús (el Mesías o Jesucristo).
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21).
Cabe anotar que “voluntad” en esta cita significa “lo que Dios quiere que los seres humanos hagan” y no “lo que Dios permite hacer a los humanos”, puesto que nada ocurre en la creación sin la voluntad (el permiso) de Dios. La “Voluntad de Dios” está contenida en las leyes divinamente reveladas que los Profetas enseñaron a sus seguidores. En consecuencia, la obediencia a la ley divina es la base de la adoración. En este sentido, la glorificación se convierte también en adoración cuando los humanos eligen obedecer las instrucciones de Dios respecto a Su glorificación.
La necesidad de adorar
¿Por qué los seres humanos necesitan adorar y glorificar a Dios obedeciendo Sus leyes divinamente reveladas? Porque la obediencia a las leyes divinas es la llave al éxito en esta vida y en la próxima. Los primeros seres humanos, Adán y Eva, fueron creados en el Paraíso y luego expulsados de allí por desobedecer la ley divina. La única forma en que los seres humanos regresarán al Paraíso es obedeciendo la ley. Se dice en el evangelio de Mateo que el Profeta Jesús hizo de la obediencia a las leyes divinas la llave al Paraíso:
“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. (Mateo 19:16-17 y Marcos 10:17-19).
También se reporta que el Profeta Jesús insistió en la obediencia estricta a los mandamientos diciendo:
“Cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. (Mateo 5:19).
Las leyes divinas representan guía para la humanidad en todos los ámbitos de la vida. Ellas definen lo correcto y lo incorrecto para los seres humanos y les ofrecen un completo sistema que gobierna todos los asuntos. Sólo el Creador conoce mejor lo que es benéfico para Su creación y lo que no lo es. Las leyes divinas ordenan y prohíben varios actos y sustancias para proteger el espíritu humano, el cuerpo humano y la sociedad de cualquier daño. Para que los seres humanos desarrollen todo su potencial viviendo una vida recta, deben adorar a Dios a través de la obediencia a Sus mandamientos. |